Pascal Bernardin es autor de dos libros referentes al Nuevo orden mundial: Machiavel pedagogue, ou le ministère de la réforme psychologique, Notre Dame des Grâces, 1995, 189 p, y L' empire ecologique ou la subversion de l' ecologie par le mondialisme, id., 1998, 592 p, donde expone las concepciones y la política de las principales instituciones internacionales en materia de educación y de ecología. Se transcribe aquí una traducción castellana del reportaje que le hiciera Renaissance des hormmes et des idées, N°165, diciembre 1999, según lo reproduce Documentation chrétienne, Case Postale 468, CH-1001 Lausanne, Suiza, dossier este último publicado por Résister et Construire, revista de orientación calvinista, de igual dirección postal, dirigida por M. Jean-Marc Berthoud, quien desde su ángulo, con singular erudición y bello francés combate las insidias del ecumenismo apóstata, promovido por Roma y buena parte de las confesiones cristianas, así como las del mundialismo global-invasor. Demás está decir que no es necesario compartir todos los puntos de vista del reporteado para decidir darlos a conocer a nuestros lectores; su profundidad sin dobleces y su perspectiva integradora y sistemática son suficientes para ello.
Renaissance: ¿Qué perspectiva tiene del Nuevo orden internacional?
Pascal Bernardin: La promulgación oficial del Nuevo orden mundial por el presidente Bush abrió una nueva era. Pero no hay que olvidar en ningún momento que ella no fue más que una consecuencia de la perestroika. La instalación del Nuevo orden mundial no puede disociarse pues de la perestroika y de la transformación del comunismo. Ahora bien, abundan los documentos que muestran que la perestroika fue preparada durante largos años en las más altas esferas soviéticas. La situación política internacional actual no es más que la consecuencia lógica de esta extraordinaria iniciativa revolucionaria cuyas consecuencias lejos están de haberse agotado y que jamás ha sido verdaderamente analizada. Lejos de indicar el fracaso de la Revolución, esta perestroika, cuidadosamente elaborada y organizada, y la instalación del Nuevo orden mundial que le siguió, abren una nueva fase revolucionaria mucho más profunda y peligrosa que la precedente. La destrucción del orden antiguo ha finalizado: sus estructuras políticas, espirituales, éticas y culturales así como sus élites intelectuales han desaparecido o su influencia no pasa de un círculo restringido. La burguesía, que podría asimismo oponerse al Estado , ha sido minimizada por los impuestos y, en un contexto de competencia internacional acrecentada, es tributaria de las bancas y de lo políticamente correcto. La socialización de toda actividad humana ha culminado, mientras que sus víctimas, inconscientes y hechizadas por el encanto de sus señores, reclaman una disminución de su penuria: ¿Pero qué hace el gobierno? Los socialistas, en el poder en casi todos los grandes países, elaboran una estrategia adoptada para esta situación política inédita: encuentros internacionales, Tercera Vía, manifiesto Blair-Schröder, etc. Los tiempos están maduros; ahora es preciso pasar a la fase de construcción de la Utopía, de coagulación: la emergencia de una nueva civilización, una nueva sociedad, un nuevo hombre. En esta fase la Revolución se acelera, no se contenta con destruir sino que construye (por un tiempo solamente) la ciudad de los filósofos, de las nubes: el Nuevo orden internacional. La soberanía nacional desaparece mientras el poder es transferido a las instituciones internacionales. El Estado ejerce sobre la sociedad un poder sin fisuras que utiliza para modificar las costumbres, las psicologías, la moral, la educación de nuestros niños, la concepción del hombre (eutanasia) y de la naturaleza (ecología).
R: La situación actual sin embargo a menudo es presentada como la victoria de la democracia sobre el totalitarismo, del liberalismo sobre el colectivismo, como el triunfo de los EU sobre el soviético imperio del mal.
P. B.: Se asiste en efecto a una extraordinaria liberación de fuerzas de producción, objetivo marxista en resumen. ¿Se trata entonces de una victoria del liberalismo? Con frecuencia se oye decir que desde la caída del Imperio soviético los EU reinan como señores del planeta: que su dominios se ejerce tanto en los ámbitos militar y político como financiero, económico, mediático o tecnológico. Que la mundialización no es más que la máscara de la americanización. Estas críticas no dejan de ser pertinentes e incluso podría acrecentárselas, detallar los mecanismos de dominación y poner en evidencia la incapacidad de las naciones para oponérseles. Empero este discurso omite el punto esencial: la americanización del poder mundial no es más que una etapa, obligada, en la consolidación de un Nuevo orden mundial verdaderamente internacional. Políticamente, este último no puede organizarse sin el consentimiento del pueblo americano, de conocida tradición aislacionista. La inserción de EU en el Nuevo orden mundial no puede hacerse pues sin que ellos tomen -provisoriamente- la conducción antes de ceder la dirección a la ONU . Militarmente, las intervenciones internacionales diluyen la autonomía de los ejércitos americanos y encuentran por lo demás la oposición de la derecha americana. La presión internacional obligará a los EU a no operar sino en principio bajo mandato, luego bajo control de la ONU. Económicamente la mundialización aprovecha principalmente no a los EU o los países desarrollados, sino a los países en vías de desarrollo , que reciben capitales, tecnología y en consecuencia empleos y ven así satisfechas las reivindicaciones formuladas por los heraldos del nuevo orden internacional. Como la política es hoy la habilidad de poner los intereses particulares al servicio de un proyecto común, el realismo político impide a los promotores del Nuevo orden mundial descuidar las oposiciones de los pueblos y de los círculos de negocios americanos. Añadamos aún que los EU son dirigidos por un demócrata y que las élites norteamericanas están profundamente influidas por las tesis internacionalistas. Lejos de indicar la victoria del liberalismo sobre el colectivismo o de la libertad sobre la dictadura, la instalación del Nuevo orden mundial nos hace entrar en la era del comunismo global que, en una síntesis hegeliana singular, logra absorber el dinamismo del liberalismo; nos impone un totalitarismo global que, so capa de democracia, instaura un poder mundial púnico, sin ningún contrapeso.
R.: El Imperio ecológico representa el papel de la ecología en esta síntesis hegeliana entre colectivismo y liberalismo, totalitarismo y democracia. ¿Podría darnos sus grandes lineamientos?
P.B.: Gramsci insistió sobre la necesidad de proceder en principio a una revolución cultural antes de hacer aceptar la Revolución. Una revolución cultural exitosa modifica los cuadros de la personalidad y hace parecer normales las prácticas políticas y económicas que otros juzgarían totalitarias. La ideología ecológica, alternativamente usada por instituciones internacionales muy poderosas, intenta crear una nueva cultura, una nueva civilización, globales. Su objetivo principal es modificar la concepción de Dios, del hombre y de la naturaleza heredada por nosotros del cristianismo, para reemplazarla por una perspectiva pagana: el hombre no está ya en el centro de la creación de Dios, no es sino un elemento, por lo demás criminal, contaminante del gran Todo divinizado. Se comprende que esta perspectiva holística abra la puerta a todos los totalitarismos, al perder cada hombre su calidad única de creatura de Dios, querida por sí misma. Más que la cultura, lo que deliberadamente busca modificarse es la concepción del mundo. Se intenta proceder al cambio de paradigma preconizado por la New Age. Las consecuencias religiosas de estas pretensiones desmesuradas son, naturalmente, pavorosas. Pero con el sostén de numerosas instituciones internacionales afectan ya desde ahora la ética, el derecho la educación nacional, la economía y la política internacional. A los sostenedores del Nuevo orden mundial los contrapesos ecologistas deben permitirles controlar todas las actividades humanas y conciliar así libertad y regimentación, democracia y dirigismo. Estando la libertad de cada uno limitada por las normas sociales aceptadas por todos, basta con manipular estas últimas para imponer subrepticiamente un totalitarismo que oculta su nombre. Así el pretendido efecto invernadero, tan groseramente exagerado, permitirá controlar todas las actividades económicas y transferirlas de los países desarrollados, que ya han despedido demasiado CO2, hacia los países en vías de desarrollo, que aún no lo han hecho. Una institución internacional, por lo demás en curso de creación, deberá repartir las cuotas de emisiones autorizadas y beneficiará así con un poder político considerable. El Nuevo orden mundial es pues muy diferente del triunfo de las ideas de libertad económica y política. Se trata más bien de su recuperación en beneficio de las viejas utopías colectivistas y totalitarias, al servicio de la Revolución.
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